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Ene. 1830.
CAMINATA AL CABO GLOUCESTER.

podría haber un lugar más conveniente que este para hacer agua o leña; y lo aprovechamos al máximo llenando el buque completamente. Los toneles del barco los llenamos de agua pura, y la madera fue cortada cerca de la aguada.

"6.- Un grupo de doce, compuesto por el contador, el Sr. W. Wilson, el Sr. Megget, ocho marineros y yo, salimos del buque con la intención de caminar hasta el Cabo Gloucester. Llegamos a un valle en el extremo NO del puerto y empezamos nuestra marcha, dos hombres llevaban la carpa, y los otros los instrumentos y las provisiones: teníamos armas también por si nos encontrábamos con los indios. Lo difícil de caminar con esa carga, nos obligó muy pronto a detenernos y descansar, pero debido a los continuos cambios en el transporte de la carga más pesada y al gran esfuerzo por parte de los que la transportaban, pudimos cubrir más de dos tercios de nuestro viaje en el transcurso del día, y en la noche armamos nuestra carpa y desafiamos a la lluvia que caía incesantemente hasta las siete de la mañana siguiente: cuando todas las alturas estaban cubiertas de nieve, como si estuviéramos en pleno invierno.

"7.- Tan pronto como desayunamos, nos pusimos nuevamente en camino, y al mediodía habíamos llegado al pie de la montaña que forma el cabo. Dejé a los otros en el lugar en que habíamos armado nuestra carpa para que cocinaran algunos víveres, y el Sr. Wilson, el Sr. Megget y dos marineros ascendieron la montaña conmigo. Tuvimos una tarea muy difícil, pero al fin ganamos la cumbre más alta, donde sólo había espacio para colocar el teodolito y arrodillarme junto a su lado, con el riesgo que un soplo de viento nos lanzara por cualquier lado. Una piedra movida de su lugar, habría alcanzado el agua muy pronto, por uno u otro lado. No era un día muy claro, pero lo suficiente para permitirme tomar los deseados ángulos y demarcaciones. Desde esta cumbre tuve una visión muy clara de lo peligrosa que era la bahía Breaker lo que me confirmó más la idea que me había formado de ella y me alegré de no haber entrado con el Beagle. Habiendo logrado nuestro objetivo y enterrado dos memoriales, uno embalado en estaño y el otro en una botella, nos llenamos los bolsillos con pedazos de rocas del lugar y regresamos, más bien demasiado rápido, pues la pendiente de la colina nos ayudaba más de lo que queríamos. Durante nuestra ausencia habían aparecido algunos fueguinos, los que estuvieron tranquilos e