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Abr. 1830.
VISITA LA CIMA DEL CABO DE HORNOS.

Después fui en bote a la isla Hornos, para determinar la naturaleza del terreno, y ver si era posible llevar algunos instrumentos a la cumbre del cabo. Encontré muchos lugares en los que una embarcación podía acercarse y más de uno en el que podría vararse; por lo que llevar instrumentos hasta la cumbre no pareció ser una tarea muy difícil. Como el tiempo seguía siendo favorable volví a bordo esa noche, y a la mañana siguiente (19.-) organicé una visita al cabo de Hornos, habíamos preparado previamente un testimonio, el que envolvimos firmemente dentro de un recipiente de piedra. Después de haber tomado observaciones al mediodía para la latitud, partimos, llevando provisiones para cinco días, un buen cronómetro y otros instrumentos. Llegamos antes del anochecer, varamos nuestro bote en un lugar seguro en el lado noreste, y nos acomodamos para la noche en la isla Hornos.

"20.- Al amanecer, comenzamos nuestra caminata a través de la isla, cada uno con su carga, y cuando el sol estuvo lo suficientemente alto como para observar, ya estábamos cerca de la cima, y exactamente en su meridiano; así que nos detuvimos y tomé dos series de observaciones y una ronda de ángulos. Poco después llegamos al punto más alto del cabo, y de inmediato comenzamos nuestro trabajo, yo y mi timonel, con los instrumentos, y el teniente Kempe con la tripulación del bote levantando un montón de piedras sobre el testimonio.

"Al principio las islas Diego Ramírez fueron vistas, pero antes que pudiera instalar y ajustar el teodolito, el horizonte se obscureció. Al mediodía tomé una satisfactoria serie de alturas circunmeridianas con dos buenos sextantes. Una serie de ángulos, demarcaciones del compás para la variación y en la tarde buenas observaciones para la hora completaron nuestros éxitos. El montón hecho sobre el testimonio era de ocho pies de alto, y en el había piedras que requirieron el esfuerzo conjunto de los siete hombres para llevarlas hasta la cumbre. Brindamos a la salud de su majestad el rey Jorge Cuarto, y lanzamos tres fuertes saludos, de pie alrededor del Union Jack. Cuando todo hubo terminado nos dirigimos al bote lo más rápido posible, pero la obscuridad nos rodeó antes que estuviéramos a más de la mitad del camino. Los que llevaban carga que no se dañarían si caían sobre los matorrales, continuaron,