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Feb. 1827.
MONTE TARN.

antes que pudiésemos encontrar donde poner el pie firme. Era un trabajo muy laborioso, y el suelo estaba saturado, y cada árbol chorreando humedad, por lo que pronto estuvimos empapados. Continuamos por el mismo tipo de camino hasta una subida empinada; algunos del grupo caían frecuentemente en los hoyos profundos cubiertos por el musgo, o tropezando con los troncos caídos de los árboles. Como yo llevaba un barómetro estaba obligado a proceder con cautela, y logré salir de esta selva sin accidente. Después de caminar cerca tres cuartos de hora en esta dirección, llegamos a un espacio abierto, donde descansamos, y pude instalar el barómetro. Aquí encontramos un ciprés de crecimiento muy atrofiado.

Nuestro camino era ahora más bien variado, siempre empinado, pero a veces libre de impedimentos. Aquí y allá observamos que el suelo pantanoso estaba cubierto por una pequeña planta (Chamitis sp.) de carácter áspero, que crecía tan espeso y junto como para formar grandes manchones, sobre los cuales caminábamos como en el suelo duro. Nos abrimos paso a duras penas entre varios matorrales mal desarrollados de hayas, con una tupida maraña de Berberis debajo, cuyas fuertes y afiladas espinas penetraban nuestras ropas en cada paso; y comenzamos a encontrar el cansancio muy agobiante: algunos tripulantes de mi bote sufrieron mucho, pues no estaban acostumbrados a tales ejercicios. Por fin nos acercábamos al lugar donde el señor Cooke y su gente habían acampado, y luego de saludarlos, fuimos reanimados por una ovación como respuesta. Llegamos al campamento muy cansados, y encontramos, para nuestro gran consuelo, la carpa levantada y encendido un buen fuego.*[1] El terreno estaba tan extremadamente húmedo, que aunque dormimos sobre ramas, que formaban una capa de por lo menos un pie de espesor, nos encontramos, en la noche, tendidos como en un pantano, y padeciendo del frío, aunque teníamos un gran fuego llameante a nuestros pies. En la mañana del día siguiente, justo cuando estábamos partiendo, una embarcación fue vista navegando cerca de cabo San Isidro, que, con la ayuda del telescopio, vi que era el “Hope”.

Continuamos el ascenso, y pasamos sobre, en lugar de através, matorrales de hayas con sus hojas descompuestas, las que, por

  1. * La altura de este lugar, como lo indicó el barómetro, en el ascenso, fue de 941 pies, y en el descenso de 973 pies.