Vidriera, esta noche se murió en la cárcel un banco que estaba condenado a ahorcar.
A lo cual respondió:
—El hizo bien a darse priesą a morir, antes que el verdugo se sentara sobre él.
En la acera de San Francisco estaba un corro de ginoveses, y pasando por allí, uno dellos le llamó, diciéndole:
—Lléguese acá el señor Vidriera y cuéntenos un cuento.
El respondió:
—No quiero, porque no me le paséis a Génova.
Topó una vez a un tendera que llevaba delante de sí una hija suya muy fea, pero muy llena de dijes, de galas y de perlas, y díjole a la madre:
—Muy bien habéis hecho en empedralla, porque se pueda pasear.
De los pasteleros dijo que había muchos años que jugaban a la dobladilla sin que les llevasen la pena, porque habían hecho el pastel de a dos de a cuatro, el de a cuatro de a ocho, y el de a ocho de a medio real, por solo su albedrío y beneplácito. De los titereros decía mil males: decía que era gente vagamunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas, porque con las figuras que mostraban en sus retablos volvían la devoción en risa, y que les acontecía envasar en un costal todas o las más figuras del Testamento Viejo y Nuevo, y sentarse sobre él a comer y beber en los bodegones y tabernas; en resolución,