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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

Lo que no es nocivo á la ciudad[1], tampoco daña al ciudadano. Esta verdad sírvate de regla general, siempre que te venga la sospecha ó temor de que alguno intenta hacerte inal. Si la ciudad no recibe daño por esto, ni yo tampoco, y dado caso que al público se le hiciese mal tercio, no por eso debes enojarte[2] contra el que se lo hizo, sino que sólo convendrá darle á entender su error.

Piensa muy á menudo en la brevedad y presteza con que se nos arrebatan y quitan delante de los ojos las cosas existentes y las que se van haciendo.

Porque á la verdad la naturaleza á manera de un río está en un curso continuo; las acciones consisten en una perpetua mutuación; las causas se ven en mil vueltas y revueltas, y que casi no hay cosa firme ni estable. Piensa también en la inmensidad del tiempo pasado y en lo interminable del venturo en donde desaparecen todas las cosas: siendo esto cierto, ¿cómo, pues, no se reputará por insensato el que con éstas se engría ó se aflija, ó el que en al- [1] Por ciudad estiende M. Aurelio la naturaleza común; por daño reputa el nial estoico, ó sea lo torpe de la acción 6 lo formal de la culpa; y por eso dicen los estoicos, que Nemo nisi á se ipso læditur: hablando á lo humano y no á lo estoico, el que peca se hace á sí mismo formalmente el daño, lo hace con su ejemplo á otros y con su injuria á la sociedad humana:[2] El sentido de este lugar puede ser muy sano, queriendo decirnos lo que nos manda el Salvador, que perdonemos á los que nos injurian, que amemos á los que nos aborrecen y que hagamos bien á los que nos hacen mal.

También puede ser sólidamente filosófico, queriendo que sin exceso de contumelia, y sin impetu de ira se corrija y se castigue por parte de la potestad pública, al que dañó á la sociedad, 7


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