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EPICTETO.—MÁXIMAS.

la multitud. Cierto que toda afectación en esto es vana é inútil. Si quieres acostumbrarte á la paciencia toma agua fría en tu boca cuando tienes gran sed y arrójala luego sin tragar una sola gota y no digas nada á nadie.

LXX.

El no esperar nunca de si mismo ni bien ni mal, sino siempre de cosa extraña, es señal de hombre vulgar é ignorante; como, al contrario, es señal de filósofo esperar de sí mismo todo su mal y su bien.

LXXI.

Las señales por donde se conoce que un hombre progresa en el estudio de la virtud son: no reprender, no alabar, no menospreciar ni acusar á nadie, no alabarse nunca de lo que él mismo es ni de lo que sabe, acusarse cuando se le impide ó prohibe hacer alguna cosa, burlarse á sus solas de los que le alaban, no enojarse cuando les reprenden, sino hacer como los que están convalecientes, que andan muy paso á paso por no mover los humores; tener absoluto poder sobre sus deseos, no tener aversión sino de lo que repugna á la naturaleza de las cosas que dependen de él; no desear nada con pasión; no dársele nada de ser tenido por sabio ó por ignorante; finalmente, desconfiar de si mismo como de un enemigo doméstico cuyas asechanzas son dignas de ser temidas.