Página:Páginas eslavas - Cuentos y narraciones (1912).pdf/49

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
47
Julián Juderías

medida que las sombras de la noche se dilataban por el cielo.

—Señor filósofo, ya es hora, le dijo el viejo cosaco amigo suyo levantándose. Vamos á trabajar.

Dorosch se levantó también y ambos le condujeroná la Iglesia en la misma forma que la víspera, y allí le encerraron.

Al contemplar de nuevo las ennegrecidas imágenes, los resplandecientes marcos y el atand inmóvil en el medroso silencio de la iglesia, el filósofo fué presa del terror.

—¿Y qué? Esto no es ninguna maravilla para mí. Esto impone la primera vez pero la segunda parece la cosa más natural del mundo, murmuró, y marchando presuroso al presbiterio, trazó un círculo al rededor suyo, recitó un conjuro y se puso á leer en voz alta resuelto á no levantar los ojos y á no distraerse por nada de este mundo.

Una hora o poco más llevaba leyendo cuando se detuvo un instante para toser y para tomar um polvo de rapé. Entonces se le ocurrió mirar hacia el féretro... El corazón se le heló. La muerta estaba de pie en el borde mismo del círculo y clavaba en él la mirada de sus ojos vidriosos. Tomás se estremeció. Fijó los ojos en el libro y tornó á sus oraciones y á sus conjuros notando, como la víspera, que la difunta rechinaba los dientes y abría los brazos procurando cogerlo. Pero no lo yeia y lo buscabá en sitio distinto al que ocupabaurar palaEntonces la muerta comenzó á mur bras misteriosas, cuyo rumor semejaba al de la pez que hierve á gruesos borbotones. ¿Qué significaban? El filósofo no lo sabía, pero comprendió que entrañaban terribles amenazas y que tendía á desvirtuar sus conjuros. Como obedeciendo á una señal, el viento penetró en la iglesia produciendo un ruido semejanto al batir de innumerables alas. Tomás creyó percibir el choque de éstas contra las