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cable jefe de estulo mayor, sin darse por enten dido de la insistencia.

Entonces el general Vivero, sensibilizado ca presencia de tantos jóvenes que iban á jugar sus vidas, se dirigió al ejecutor de tan tiránica orden, bablándolo en estos términos:

—Soy un viejo soldado que ha sido traidor & Fernando VII , que ha entregado la plaza de Guayaquil, y he devuelto todos mis honores al rey.

He perdido dos hijos en el campo de batalla, y han muerto defendiendo su patria, que es también la mía, porque era mía la sangre que derramaron (terfual). De consiguiente, poco útil puedo ser ya á la patria: esos jóvenes todavía pueden dar le días de gloria, por lo que pido y suplico que se sacrifique á este pobre viejo, y que se salven tan preciosas vidas García Camba, que en aquel momento escribín las cedulillas del sorteo á muerte, sobre una caja de guerra que le tenía su tamubor de órdenes, no oyó, ó acaso aparentó no oir, las sentidas palabras del generoso anciano.

Escritas Ins cedulillas, eran dobladas por el tamilor, y arrojadas en el morrión cónico de un sargento del regimiento de Cantabria, que daba ese día la guardia. Acto continuo se procedió á pasar lista á los prisioneros, que para algunos de ellos iba á ser la última lista de la vida.

Sentimos no poder dar los nombres de todos los jefes y oficiales que pasaron aquella fúnebre lista, jugando con serenidad la vida. He aquí los únicos que hemos podido recoger: auditor de guerra. López Aldana. Jefes: Videla Castillo (José), Ortega, Carrasco (D. Eduardo), Medina, Magan (Esenlástico), Agüero, Llicio, Girouf (Eugenio), Tenorio. Oficiales: Díaz (Pedro José, inuerto de coro