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leza poniendo la corbeta bajo la protección de sus fuegos.

En seguida despachó un parlamentario á tierra exigiendo se le permitiese sacarla de su fondeadoro, sin que fuese molestada.

El gobernador de Monterrey contestá de oficio que sólo permitiría sacar el buque mediante una fuerte suma que fijó por el rescate.

La respuesta del gobernador manifestaba poca decisión. Como el objeto de Buchardo ara únicamente ganar tiempo hasta la noche para poner en ejecución un nuevo plan que había concebido, todos sus esfuerzos se contrajeron á garantizar á la corbeta de un nuevo cañoneo, para lo que bastaba la posición que había tomado.

Tal era el estado de desamparo de las posesiones españolas durante la revolución americana, á consecuencia de la anulación de su marina, que en el puerto de Monterrey no existía en aquella época ni un bote por medio del cual pudiera comunicar con la corbeta rendida; así es que, aun cuando los encomigos cantaran victoria desde lo alto de sus muros, se veían en la imposibilidad de recoger sus frutos. Al llegar la noche se entregaron á la más ciega alegría, y mientras en la corbeta sólo se oían los lamentos de los heridos, se porcibían desde ella en ol fuerte la música y el bullicio de los festejos que celebraban la derrota de los argentinos.

A las nueve de la noche se acercó á la corbeta un bote de La Argentina, y sucesivamente todas kas embarcaciones menores disponibles, con ouyo auxilio se transbordó silenciosamente á la fragata tota la gente que había en la Chacabuco, dejando tan sólo los heridos para que sus quejidos no diesen el alerta al enemigo.