bolsillos, contrayendo deudas despues, para poder cumplir su sagrado compromiso.
Llegó á perder la colocacion, pues no inspiraba bastante confianza por la conducta de su padre y de su hermano.
Loco, aburrido, en un estado de desesperacion, vuelve á su pueblo natal, para conocer por sí el estado y causa de su desgracia.
Nada encuentra de lo que fué su hogar, todo cambiado; en triste y bajo tugurio habita el padre, por todos despreciado; y mortal congoja amenaza su vida; fuera de sí, demudado el semblante y con resolucion, intenta contra su vida, para no presenciar aquel cuadro de miseria; pero el venerable sacerdote, llega en su ayuda.
— ¿Qué pretendes hacer, desgraciado? ¡Dios mio: basta ya; aplaca tu cólera divina!
Ven á mis brazos, no desmayes, conozco bastante tu desgracia: grande es en efecto, muy grande, pero mas todavía es la misericordia de Dios.
— No puedo Sr. Cura ... no encuentro fuerzas para sobrellevar mi desgracia. ¿Qué es de mi padre? ¿qué es de mi hermano...?