se han afectado intensamente al recordar tiempos pasados y observar los presentes.
Un abrazo de Eduardo y las lágrimas de los tres, son bastante para recobrar la calma y extasiarse de alegria, al contemplar espectáculo tan magnifico.
En medio de la comida y como por sorpresa, cuatro niñas presentan un elegante ramillete á D. Agapito, Eduardo, Alfredo y al señor Cura; al tiempo de decir un despejado niño:
— « Reciban esos ramos, como testimonio de la gratitud, que os demuestra la infancia. Que Dios les colme de bendiciones. y que nosotros podamos tambien bendecirlos por muchos años.»
Una banda de guitarras y bandurrias, invade el salon y se llega al delirio de la alegria.
— « Hijos mios: (esclama D. Agapito, dirijiéndose á los obreros). Pocas palabras, os puedo dirigir, porque me ahoga la emocion.
« Mis hijos Eduardo y Alfredo, os gratifican hoy con un duro, que cada uno de vosotros tendrá apuntado en su libreta de la caja. Bendecid á mis hijos, y sed honrados.»