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del ciego entusiasmo, á las colosales ideas que habian obrado el cambio mas prodigioso de los tiempos modernos; hecho vacilar tantos tronos y arrancado de raíz privilegios opresores, estableciendo la igualdad del hombre, la libertad de la inteligencia, de la tierra, del trabajo, de la industria.

Dificil era, repetimos, señalar el linde en que debiera contenerse el espíritu ansioso de novedades y mejoras; y dado caso que se acertará en ello, dificil hacerlo respetar. La revolución nos habia colocado sobre un plano inclinado, y el impulso fué tan vigoroso, que pasamos, de un salto, en política, de Saavedra á Rousseau; en filosofía, del enmarañado laberinto de la teología escolástica, al materialismo de Destut de Tracy; de las religiosas meditaciones de fray Luis de Granada, á los arranques atéos y al análisis enciclopédico de Voltaire y de Holbach. — Ya no fué entonces, cuestión política solamente: entraron en choque violentísimo todos los elementos sociales, y como la fuerza material es impotente para suprimir hábitos y creencias tradicionales, cumplió la revolucion política en Ayacucho, dejando la social en su aurora. — Los sangrientos crepúsculos de la guerra civil son una consecuencia lógica de estos antecedentes.

La literatura debió someterse á la influencia que se enseñoreaba del campo de las ideas; pero la musa francesa que habia asistido á las saturnales