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de Figueroa

XII.

Tierra, á quien nunca el sol muestra su cara,
Ni la luna jamás limpia su frente,
A quien de quanto ha menester la gente,
Natura fué como madrastra avara;
Con quan justa razon se me empleara
(Pues que partí de mi perpetuo oriente)
Que extraño y solo miserablemente
La vida entre tus nieves acabara.
Do amoroso Pastor mi sepultura
No cercara de rosas y violas,
Ni dixera con lágrimas piadosas:
Fili supo tu muerte sin ventura,
Tirsi, y te ofrece dos lágrimas solas
Mas que el llanto de Nïobe preciosas.

XIII.

Pienso, y encuentra el pensamiento en cosas
Tan amargas al gusto y al sentido,
Que torna atrás temiendo ser perdido
Por tan ásperas vias peligrosas.
Mueve despues las alas presurosas
Por otra parte, do algun dulce ha habido:
Mas eterno amargor halla escondido,
Qual está espina entre purpúreas rosas.
Piensa volverse, y tan lejano mira
El lugar do partió, que desconfia
De llegar donde pueda asegurarse.
Sigue la amarga y dolorosa via;
Mas ántes que la acabe, ha de acabarse
La poca parte con que el alma espira.

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