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§ 15. Se ve, pues, que habría una base posible para el desarrollo de lenguas nuevas, y en algunos casos se ha dicho que la independencia de cada país hispanoamericano debe pedir la formación de «idiomas nacionales». Así un francés Lucien Abeille escribió en 1900 el libro El idioma nacional de los argentinos, y pidió después en una conferencia que se substituyera en los colegios la enseñanza del castellano por la del idioma argentino. Naturalmente este proyecto cayó en ridículo; pero despertó el interés general por el asunto. Una larga serie de trabajos escritos por literatos argentinos, comenzando por don Ernesto Quesada, abogaron con entusiasmo por la conservación pura de la lengua literaria española en América. La instrucción pública, que ya comienza en todas partes a progresar de la enseñanza seca de reglas de gramática al verdadero estudio práctico por la lectura de buenas obras, con análisis y ejercicios de composición, trabaja en favor del aprendizaje del castellano castizo, que del colegio se lleva al hogar, y se cultiva en la prensa de los grandes diarios de la Argentina y de Chile, y, probablemente, del mismo modo en todos los demás paises hispanoamericanos. Con un poco de buena voluntad de parte de los dirigentes intelectuales, que realmente no parece faltar, no será dificil mantener la lengua literaria en un estado semejante al actual. El lenguaje familiar se apartará, como en todas partes, un tanto más, pero nunca llegará a ser incomprensible de un país al otro.

De consiguiente, la comparación del español americano con el latín vulgar es meramente aplicable al comienzo del desarrollo. pero no a su término final. La enseñanza pública cambia los rumbos de la vida natural del lenguaje. Así se ve igualmente que las lenguas en Europa se desarrollan mucho más lentamente