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pasa insensiblemente a la lengua regional y con esta al idioma vulgar, dialectal. Este último podrá excluirse del diccionario general, aunque en las novelas de costumbres y en estudios folklóricos se mostrará en todas partes. Pero tales libros deben ir acompañados de explicaciones del lenguaje regional vulgar, como ya es costumbre. Quedan todavía más abajo las palabras que se excluyen de la conversación de la gente culta, por considerarse indecentes. El diccionario debe, según mi opinión [1], dar estas voces con mayor razón que el lenguaje de los criminales, la jerga, germania, o en Chile la coa y en la Argentina el lunfardo[2].

§ 36. Respecto a las voces y acepciones americanas que designan cosas peculiares de América: animales, plantas, costumbres, etc., la Academia declara (pág. VII) que se han acogido. En efecto, el progreso en la última edición es enorme; pero falta todavía mucho. Dependerá de la actividad de las Academias correspondientes americanas el progreso futuro. El éxito definitivo se podrá conseguir sólo cuando en cada país americano se haya hecho una enorme tarea que acaba de iniciarse en la República Argentina: la confección de un Diccionario del habla popular argentina. El profesor Manuel de Montoliu, como director del Instituto de Filología de Buenos Aires, fundado en 1923 bajo la dirección de don Américo Castro, ha iniciado la organización del trabajo técnico colectivo. en todas las provincias de la república vecina, contando con la colaboración, sobre todo, de profesores de la enseñanza pública primaria y secundaria, Estos profesores fueron invitados a colaborar

  1. Compárese las razones que da Toro, Americanismos, página 110, en el mismo sentido.
  2. Véanse Julio Vicuña Cifuentes, Coa, jerga de los delincuentes chilenos. Santiago, 1910; Antonio Dellepiane, El idioma del delito, Buenos Aires, 1894.