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Página:Prosa por José Rizal (JRNCC, 1961).pdf/36

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falta del lenguaje moduló sonidos. Mas después a medida que sus ojos se acostumbraban al espectáculo de la naturaleza, a medida que las bellezas de esta, adivinadas en un principio, sentidas después y más tarde comprendidas, agitaban su espíritu y entusiasmaban su corazón, el hombre que no es más que un espejo que copia y reproduce cuanto le rodea, el hombre decimos, quiso imitar los objetos exteriores e inventó la Pintura, la única arte que da derecho al hombre a que se llame imagen y semejanza de Dios.

Y en efecto la Pintura reproduce cuanto Dios ha creado, crea también como Él, sólo que entre muchas creaciones hay la diferencia entre lo limitado y lo infinito, entre la obra de un Dios y la producción de un hombre. Nada poderoso ofrece a vuestros ojos el mar allí donde tenéis el desierto y no refresca el aire; la más pequeña ola despliega ante vosotros risueños panoramas, bosques umbríos, cielos que sonríen con sus brillantes y caprichosas nubes, horizontes dilatados llenos de profunda melancolía, nobles pasiones, el heroismo, la grandeza y los dulces sentimientos. Si desde vuestra infancia sólo habéis visto la bruma y habéis contado los años por el hielo o por la nieve, ella os hará gozar del paraiso que habéis soñado: la espléndida vegetación de los trópicos, el aíre purísimo y transparente, una luz que os hará sentir el tibio calor de la primavera y que jugando sobre las elevadas copas de los árboles, sobre el cristal de los rios y de los lagos vá a formar deliciosas penumbras llenas de amor y de misterio, cascadas de plata y diamantes que os harán recordar los sueños del oriente o las divinidades del paganismo. Si por el contrario hastiado de la vida, aturdido, y cansado de la esplendidez que os rodea doquiera; queréis hacer sentir al alma frías sacudidas, nuevos sentimientos para prepararla a sus dulces emociones, allá con su vara mágica os llevará a los reinos de la muerte: montones blanquísimos de hielo, horizontes sombríos, un cielo de plomo y como el plomo frío e inaccesible, ni una hoja, ni una flor que alegren el espíritu, por todas partes la monotonía de la muerte, la grandiosidad de la agonía. Ella os trasportó a los pasados tiempos de vuestros abuelos, os recuerda sus sacrificios, los dramas del pasado, las lágrimas derramadas en vuestra cuna para que florezca la sagrada planta de la libertad y del progreso. Un recuerdo querido, una poesía tenue y delicada, un canto del corazón, todas estas pequeñeces que