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Página:Prosa por José Rizal (JRNCC, 1961).pdf/62

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aun persiguiendo la otra la que muy pronto cayó en mis manos.

El que ha ganado en los juegos olímpicos laurel inmortal y en rechinante carro vuelve a su patria que le espera en la abierta brecha no iba más alegre que yo con mis dos inocentes víctimas. Iba yo formulando lo que iba a decir y preparaba los más galantes discursos. Yo le divisé afanándose en partir un coco tierno. Notóme sin duda porque volvióme la cara. Al ver las dos mariposas que tenía cuidadosamente en ambas manos soltó un pequeño grito y dirigiéndome una sonrisa llena de agradecimiento se levantó.

Todo lo que yo había pensado para decirlo se me olvidó; no pude articular más que lo siguiente:

—Señorita —le dije en Tagalo.— Íbais a apoderaros de una mariposa que hacia tiempo persaguíais; una torpeza mía os ha privado de ese placer. Si os dignais aceptar las que yo os ofrezco, me haríais un gran favor. Tenedlas que aunque no son tan bellas en cambio son dos.

—¡Oh! son más bellas aún —contestó tomando las mariposas y examinándolas.— Os doy muchas gracias por la molestia que habéis tenido… Siento que hayáis tomado en serio un capricho de niña y casi estaba por agradeceros el que me hayáis impedido cometer un crueldad. Pero, —continuó cambiando de tono y medio sonriendo— Advierto que sois muy diestro cazador.

—Señorita —repliqué con un poquito más de aplomo— mi destreza consiste en mi ardiente deseo de complaceros.

—Yo también tenía ardientísimos deseos y no obstante bien visteis que fueron inútiles. Ah, pare yo soy muy aturdida. Hace mucho tiempo que tengo la mariposas y aun no es he dado gracias por ellas. ¿Sabéis que son estas muy lindas?

—No podéis imaginaros mi satisfacción al ver que os agradan.

Ella me dió las gracias con una mirada y se dispuso a seguir su interrumpida ocupación después de envolver cuidadosamente las dos mariposas en un pedazo de papel.

—Podéis heriros —dije tomando el cuchillo y el coco, que conservaba en su corteza las señales de una dentación inútil.

—Muchas gracias. ¿Pero dejándoos no abuso yo de vuestra bondad?