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QUO VADIS

Pedro á la sazón era el pastor de las multitudes; así, pues, no podía separarse de su grey; mas Pablo de Tarso, que no hacía mucho había venido de Aricia y de Fregelas y que se estaba preparando ahora para emprender un largo viaje á Oriente con el fin de visitar allí las iglesias y renovar en ellas el celo religioso, consintió en acompañar al joven tribuno hasta Ancio. Allí sería facil tomar un buque con destino á Grecia.

Vinicio, aun cuando sentía sobremanera que Pedro, á quien tanto debía, no pudiese partir para Ancio, le demostró toda su gratitud, y en seguida formuló su última súplica en estos términos: —Siéndome conocido el domicilio de Ligia, habría podido yo dirigirme á ella y preguntarla, como es de rigor, si estaría dispuesta á recibirme por esposo en caso de convertirse mi alma al cristianismo; pero he preferido hacerte á tí esta petición, joh, Apóstol! Permite, pues, que yo la vea, ó llévame hasta ella.

Ignoro cuanto tiempo habré de permanecer en Ancio; y recuerda también que al lado del César nadie está cierto del mañana. El mismo Petronio me ha dicho que allí no me hallaría yo absolutamente en salvo Déjame, pues, verla antes de partir; déjame recrear mis ojos con su vista y preguntarle si está dispuesta á perdonarme el mal que la he hecho y á darme en cambio un poco de amor.

Pedro sonrió bondadosamente y dijo: —¿Quién puede negarte, hijo mío, una legítima alegría?

Vinicio se inclinó de nuevo y besó las manos de Pedro, incapaz ahora de reprimir los transportes de júbilo que en su alma rebosaban.

El Apóstol le tomó las sienes y dijo: —No temas al César, pues en verdad te digo que no ha de caer un sólo llo de tu cabeza.

Y envió á Miriam en busca de Ligia, encargándole no dijese quien estaba con ellos, á fin de que la sorpresa fuera motivo de más intensa dicha para la doncella.