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QUO VADIS

zón contra el pecho de Vinicio y éste la dijo entonces con voz en que había temblorosas infleviones de ruego: —Di á Ursus que vaya á la casa de Aulio en busca de tu mobiliario y de tus juguetes de niña.

Mas ella, cubiertas las mejillas de un rubor como de rosa ó de aurora, contestó: —La costumbre ordena otra cosa.

—Lo sé. De ordinario la pronuba (1) conduce esos objejetos detrás de la novia; pero tú querrás hacer esto por mí. Yo los llevaré á mi casa de campo, en Ancio, y serán otros tantos recuerdos que de tí me hablen.

Y aquí juntó las manos y repitió, como un niño que algo está pidiendo con instancia.

—Transcurrirán algunos días antes de que Pomponia regrese; así, pues, concédeme esto, diva (2); concédemelo, carissima!

—Pero Pomponia hará como guste, — contestó Ligia, quien habíase ruborizado más intensamente al oir nombrar á la pronuba, (paraninfa, madrina.) Y de nuevo callaron ambos, sintiendo á la vez, á influjos de la pasión, acelerarse anhelantes los latidos de sus pechos.

Ligia se hallaba de pie, apoyada la espalda sobre el ciprés y destacándose en la sombra la blancura de su rostro, fresco y lindo como un botón de primavera, bajos los ojos, palpitante el seno, cual si en él rebosaran renovados efluvios de vida exuberante.

Vinicio a la vez mirábase como transfigurado y tenía pálido el rostro por la emoción.

En el silencio de aquella plácida tarde sólo escuchaban el rítmico latir de sus corazones, y en medio del éxtasis que los embargaba, ese ciprés, y los mirtos y la hiedra de (1) Matrons romana, (madrina', que acompañiaba á la novia y la iniciaba en sus deberes de esposa, (9) Diosa de la gentilidad,