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QUO VADIS

masa; los huesos crujían entre sus brazos de hierro, y de sus apretadas quijadas venía un ominoso rechinar de dientes. Por momentos dejábanse oir los rápidos y sordos golpes que daban con los pies sobre la plataforma cubierta de una capa de azafrán; en seguida mirábaseles inmóviles, silenciosos, pareciendo a los espectadores que tenían ante su vista un grupo tallado en piedra. Los ojos de los romanos seguían con verdadero deleite el movimiento de incesante y tremendo esfuerzo de aquellas espaldas, muslos y brazos. Pero la lucha no se prolongó demasiado, porque Croton, que era un maestro y el fundador de la escuela de gladiadores, no pasaba en vano por el hombre más fuerte del imperio. La respiración de su adversario empezó a ser más y más agitada; luego se oyó como un estertor ronco que de su garganta salía; en seguida púsosele cianótico el semblante, y por último empezó á arrojar sangre por la boca y se desplomó al fin.

Una tempestad de aplausos saludó el desenlace de la lucha, y Croton, puesto el pie sobre el cuello de su adversario y cruzando sobre el pecho los gigantes brazos, paseó por la sala una mirada de triunfador.

En seguida presentáronse hombres que remedaban burlescamente los gritos y los movimientos de los animales; presentáronse también jugadores de pelota y bufones.

Pero eran ahora muy pocas las personas que en ellos reparaban, pues el vino había ya empezado á obscurecer la vista de la mayor parte de los circunstantes. La fiesta fué, pues, convirtiéndose por grados en colosal borrachera y licenciosa orgía. Las damiselas sirias que se habían exhibido al principio en la danza báquica, mezclábanse ahora á los invitados. La música tornó á ser un desatentado y loco resonar de citaras, laudes, cimbalos armenios, sistros egipcios (1), trompetas y cuernos. Como algunos de (1) El sistro, instrumento de metal, de que usaban los sacerdotes egipcios en los sacrificios de Isis,