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QUO VADIS

—Te lo referiré en el unctorium (untorio)[1].

Pero en el unctorium la atención de Vinicio dirigióse á otros objetos, á saber; las admirables esclavas que allí aguardaban á los bañistas. Dos de ellas, africanas, semejantes á estatuas de ébano, empezaron á unjir sus cuerpos con delicados perfumes de la Arabia; otras, frijias, peritas en peinados, llevaban en sus manos, flexibles como serpientes, peines y espejos de acero bruñido; dos doncellas griegas oriundas de Cos, que eran verdaderas deidades como bellezas, hallábanse presentes en calidad de vestiplicae[2] aguardando llegara el momento de adaptar pliegues estatuarios á las togas de sus señores.

—¡Por Júpiter, el gran desparramador de nubes!—exclamó Marco Vinicio,—¡qué selecciones haces!

—Prefiero la selección á la agrupación, contestó Petronio. Toda mi familia[3] de Roma no pasa de cuatrocientos siervos, y juzgo que para el servicio personal, solamente los improvisados necesitan de mayor número de individuos.

—Cuerpos más hermosos no los posee ni mismo Barba de Bronce,—dijo Vinicio, en tanto que sus narices dilatábanse con fruición.

—Tú eres mi pariente,—contestó Petronio con aire de amistosa indiferencia,— y yo no soy ni tan misantropo como Barso, ni tan pedante como Aulio Plaucio.

Cuando Vinicio oyó este último nombre, olvidó por un momento á las doncellas de Cos, é irguiéndose con viveza, preguntó:

—¿Cómo vino á tu mente el nombre de Aulio Plaucio? Sabes tú que después de haberme dislocado el brazo fuera de la ciudad, pasé varios días en su casa? Quiso el aca-


  1. El sitio en que se untaban ó frotaban con aceite ó esencias los que salían del baño.
  2. Doncellas ó camareras encargadas de vestir á sus amos.
  3. Familia llamaban los romanos al número total de siervos de una casa.