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QUO VADIS

más alta; de una dicha rodeada de zozobras en otra dicha serena y perenne. Considera de qué indole augusta será una religión que nos ordena amar hasta á nuestros enemigos, que prohibe la mentira, purifica nuestras almas, desterrando de ellas el odio, y nos promete una felicidad inagotable para después de la muerte.

—Fuí testigo de esas enseñanzas en Ostrianum y he visto cómo habéis obrado conmigo y con Chilo. Cuando traigo á la mente esos hechos, antójanseme sueños, y me imagino que no debiera dar crédito á mis oídos ni á mis ojos Pero, contéstame esta pregunta: ¿Eres feliz?

—Lo soy,—replicó Ligia. —Todo el que confiese á Cristo no puede ser desgraciado.

Vinicio fijó la vista en la joven con un aire en que se advertía la convicción de que todo aquello salvaba el límite la comprensión humana.

Y no tienes deseos de volver á casa de Pomponia?repuso en seguida.

—Con toda mi alma lo anhelo, y he de volver algún día, si tal es la voluntad de Dios.

—Pues entonces, yo te digo: vuelve; y te juro por mis lares que jamás alzaré una mano contra tí.

Ligia meditó por espacio de breves instantes y contestó en seguida: —No; me es imposible exponer al peligro á los que se encuentran cerca de mí. El César no quiere á los Plaucios.

Si yo volviese, y ya sabes cuan pronto se extiende por toda Roma una noticia cualquiera por boca de los esclavos,—mi regreso al hogar haría ruído en la ciudad. Nerón lo sabría seguramente por sus esclavos y castigaría á Plaucio y á Pomponia; por lo menos me arrancaría por segunda vez de su lado.

—Cierto es, contestó Vinicio frunciendo el ceño;— eso podría suceder. Y lo si bien fuera tan solo para demostrar que sus mandatos deben ser obedecidos. Verdad es que solo te olvidó, así como solo volvería á recordarte,