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más extensos y costosos que se han publicado en Francia y otras naciones. En la Introducción hace una reseña histórica de dicha materia; clasifica los estilos arquitectónicos, y define los caracteres determinantes de cada uno de ellos. Sobre la arquitectura religiosa versa la primera parte, en que se ocupa de los elementos de construcción, de los materiales y ornatos, y del interior y exterior de las iglesias. En la segunda parte trata del moviliario sagrado, de los varios artes que concurren á elaborarle, y de los diversos objetos que lo constituyen. Un apéndice acerca de la música sagrada, que tan principal papel desempeña en el culto católico, un vocabulario francés-español de algunos términos técnicos de arquitectura, convenientísimo para poder manejar los tratados franceses de arqueología, y dos láminas representativas de los elementos arquitectónicos y de los enseres y muebles de las iglesias, coronan oportunamente el libro del Sr. Villa-amil y Castro. Su utilidad salta á la vista. Se han creado comisiones de monumentos en todas las provincias; se han dado á luz doctos escritos arqueológico-descriptivos acerca de nuestras antigüedades; pero ni aquellas por su mala organización, ni estos por su índole especial, ni unos ni otros, por lo poco difundidos que se hallan los conocimientos arqueológicos elementales, han podido servir, ni servirán gran cosa para evitar las profanaciones artísticas, los crímenes de leso buen gusto que á menudo comete en nuestros templos la ignorancia. Los Rudimentos de Arqueología Sagrada son más á propósito para ejercer una influencia saludable en esta parte. Si, como nos lo hace esperar la circunstancia de estar dedicados al Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Santiago, su lectura se generaliza en el clero, que es el más directamente llamado á poner en práctica la doctrina que contienen, pronto irán desapareciendo la manía de pintarrajear las columnas de las iglesias, las restauraciones y construcciones que desdicen del estilo general de los edificios que se realizan, las imágenes y decoraciones grotescas, la música profana y otras irregularidades semejantes, que tanto suelen deslucir, ó la severa majestad de los templos, ó la grave hermosura del culto católico, ó ambas cosas juntamente. En nuestro concepto, para corregir esa perversión del buen gusto, convendría mucho además que en todas las catedrales hubiese un canónigo entendido en arqueología y diplomática, que tuviera á su cargo: 1.º Explicar los Rudimentos de Arqueología Sagrada en el seminario conciliar respectivo. 2.º Cuidar del archivo y biblioteca del Cabildo; y 3.° Velar por la conservación de los monumentos eclesiásticos de la diócesis, y evitar toda infracción de las leyes del buen gusto en la ornamentación de los templos, en el moviliario sagrado, en la música religiosa, etc., etc. Este canónigo podria ser el que hoy se llama chantre, exigiéndose para obtener tal plaza haber cursado todas las asignaturas que comprende la Escuela superior de diplomática. Quizá entonces volviese á haber en el seno de nuestra clerecía antiquarios como Buriel, Pérez Bayer, Florez, Villanueva, etc., etc., que ilustrasen la ciencia y la historia con honra y provecho de la Iglesia y del Estado, realizando por completo la mira que ha guiado al Sr. Villa-amil y Castro en la composición de sus Rudimentos de Arqueología Sagrada. No hacemos más que indicar la idea; ahora ventílenla los periódicos y corporaciones consagrados á fomentar la religión ó enaltecer las artes.