Página:R.E.-Tomo X-Nro.38-Id.02.djvu/8

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más para los Indios que para ellos. Estas murmuraciones excitaron los malos instintos del ambicioso Pedro de Villafuerte, natural de Ecija, en cuyo pecho ruin pudo más el deseo de medrar que la gratitud que debia á Bastidas, el cual le honraba mucho y procuraba acrecentar, llamándole hijo, fiándole sus secretos y hacienda, y dejándole manejar los negocios así de guerra como de justicia, á que él no podia atender por hallarse aquejado de la gota. Creyendo, pues, que muerto el Gobernador le sucedería en su cargo, tentó á ciertos soldados, y hallándolos propicios á su intento, propúsose asesinarlo. Juramentóse con cincuenta Españoles, de los cuales eran los principales Montesinos de Lebrija, Montalvo de Guadalajara y Pedro de Porras, y yendo con ellos una noche á casa del Gobernador, que estaba durmiendo, en su propia cama le dieron de puñaladas. No logró el villano jefe de los asesinos coger el fruto de su maldad, cual pensaba, porque indignados de aquella atrocidad los colonos, dieron el mando al Capitan Rodrigo Palomino, quien los persiguió en tierra de Indios, donde se habian refugiado los asesinos, y habiendo logrado prender á Porras y Villafuerte, los hizo descuartizar en Santa Marta. Entre tanto, el infeliz Bastida, que no habia quedado muerto en el acto, temiendo nueva traicion, hizo que le embarcaran á pesar de la gravedad de sus heridas, y se trasladó á la isla de Cuba. Recibiólo en ella con grande amor el Gobernador D. Gonzalo de Guzman, que le hospedó en su casa, pero á pesar del esmero con que atendieron á su curacion, no lo consiguieron, y falleció á los doce dias de su llegada. Varon digno de especial aprecio, porque en todas sus expediciones dio pruebas de una bondad de condicion, no común entonces, evitando cuanto podia el daño de los indígenas.

Hé aquí el epitafio que le dedica Juan de Castellanos:

"Hic tumulus condit Bastidas saucia membra,
"Quae fixit gladio nuper acerba manus.
"Ipse quia dives virtute et robore prestans,
"Dux Sanctae Martae primus y orbe fuit."


V.

No parece sino que una ciega y adversa fatalidad pesaba sobre la mayor parte de los capitanes que pasaron en el siglo XVI á América, pues de una manera tan desastrosa como los ya