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Ramos de violetas

aliento que se retrataba en sus ojos: le preguntaba si tenía queja de mí, y entonces él me miraba con lástima y me decía: ¡pobre Magdalena! ¡qué desgraciada eres! ¿por qué habremos sido tan débiles los dos? y al decir esto se apartaba de mí y echaba á correr como un loco por el campo, y loco estaba el infeliz efectivamente, loco estaba volviéndolo su confesor, á quien Luís seguía confiándole sus cuitas y pidiéndole la absolución y el cura negándosela y amenazando con excomulgarle si no me abandonaba por completo.

Luís se había educado en un seminario y desde su infancia estaba acostumbrado á una obediencia ciega; en su casa no se hacía más que lo que el confesor quería. Una hermana suya era monja, porque así lo quiso su padre espiritual; otro hermano, seguía la carrera eclesiástica y por estos detalles comprenderás el círculo de hierro en que vivía Luís; al mismo tiempo, el desgraciado me quería y conocía la fatal influencia que había ejercido en mi vida, pero entre el amor y la condenación eterna con que le amenazaba su confesor, si se unía á la mujer culpable, no sabía el infeliz qué partido tomar.

En medio de tan encontrados elementos, hizo Celia su aparición en el mundo; yo