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RAMOS DE VIOLETAS

y por esta razón creyó prudente
que Silvia se casara
antes que el huracán de las pasiones
su corazón sencillo despertara.
Y entre los mil galanes
que á la huérfana bella pretendían,
escogió un caballero
de noble cuna, y de gentil talante,
y de inmensa fortuna:
¡circunstancia feliz que aseguraba
el porvenir de Silvia! ¿quién lo duda?
Llegó ésta ante el altar pura y serena;
su frente orlaban blancos azahares
y echó sobre su cuello esa cadena
de leves ó pesados eslabones,
que el matrimonio por misterio eterno
es trasunto del cielo y del infierno.

Bello es vivir cuando un amor profundo
viene á buscar abrigo en nuestro pecho:
dulce es morir si horrible desengaño
nos deja el corazón pedazos hecho.
Ya hemos dicho al principio de esta historia
que Silvia en su ignorancia, no sabía
que la amarga irrisión del matrimonio
era lo que su esposo la ofrecía.
Ávida de querer, ella adoraba
á aquel que indiferente contemplaba
su expléndida hermosura;
pero que la guardaba
esas mil deferencias y atenciones,
que es el amor usado en los salones.
Mas al cumplir tres años de su enlace,