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Y te comparo á la beldad gloriosa

A quien amó la griega fantasía,

Y bajo de sus aras á la Diosa

Y en ellas te coloco amada mía.


La egregia Diosa muestra descubiertos

Sus encantos, que el hombre diviniza;

Pero le faltan á sus labios yertos

Las gracias que dibuja una sonrisa.


En ella veo á la mujer arcángel.

Ostentadora de brillantes galas,

En tí la hermosa sencillez del ángel

En actitud de desplegar las alas!


XIII


 Maldigo la hora

En que vine á esta vida implacable,

De luchas sin triunfo, de nuches sombrías,

De honda miseria y vicios enjambre.


 Nací bajo un cielo

Techumbre de hermosos mirajes,

De lírios azules y verdes palmeras,

Y besos de magas y sombra de sauces.


 Entré de la vida,

Austero soldado al eterno combate,

Y tras cada intento de noble victoria

Dejé las arenas manchadas de sangre.


 ¡Oh rudo Destino

Señor de los mundos, Esfinge implacable!

Maldigo tu inmenso poder misterioso,

Del triste y confuso clamor del combate!


 Maldigo tu imperio,

No porque fortaleza me falte;

Te insulto del íondo de mi alma rebelde

Por que á la impotencia mezquino me ataste!