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NOCHE DEL INFIERNO




Me tragué un magnífico sorbo de veneno.— ¡Bendito sea tres veces el consejo que me dieron!— Las entrañas me queman. La violencia del veneno retuerce mis extremidades, me deforma, me tumba contra el suelo. Muero de sed, me sofoco, y no puedo gritar. ¡Es el infierno, el castigo eterno! ¡Miren cómo el fuego se aviva! Ardo como corresponde. ¡Continúa, demonio!

Pude entrever la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¡Cómo describir la visión cuando el aire del infierno no permite himnos! Eran millones de criaturas encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones, ¿qué sé yo?

¡Las nobles ambiciones!

¡Y aún sigo con vida!— ¡Pero la condena es eterna! Un hombre que quiere mutilarse está completamente condenado, ¿verdad? Yo me creo en el infierno, luego estoy en él. Es la ejecución del catecismo. Soy esclavo de mi bautismo. Padres, ustedes provacaron mi desdicha y también la suya. ¡Pobre inocente!— El infierno no puede herir a los paganos.— ¡Y aún sigo con vida! Más tarde, las delicias de la condena