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ESTUDIOS ARAUCANOS IV

IV
LA LLEGADA DEL FORASTERO

Ya en el «Viaje al pais de los Manzaneros» (Est. ar. I. 16; 27-31) Quintuprai me habia dado dos ejemplos de las ceremonias acostumbradas que se observan cuando un forastero llega a la casa de un indíjena. Como se trata aquí de un punto interesante para el folklore araucano [1] i al mismo tiempo útil para los Huincas que quieren visitar a los indios en su patria, pedí a mi viejo amigo un ejemplo típico de estas ceremonias. La contestacion fué que él me recibiria mas o ménos como sigue:

Akui chi wüt'ən kiñe s'uka-mo; wankai chi t'ewa; t'ipapai chi ŋen s'uka; pichi all'ü məlei chi ŋen s'uka: Llega el forastero a una casa; ladran los perros; sale el dueño de casa; en cierta distancia queda el dueño de casa:
—T'ekanaŋe, al'kütuŋe, puturupaŋe; famo chaku mlei; anüpaŋe. —Apéate, oye, pasa a beber; acá está un pellejo; siéntate.

Pero cuando el dueño de casa no conoce al viajero, por ejemplo, si yo llegara a casa de un Picuntu, habria una conversacion en los términos siguientes:

Dueño: Marimari, winkâu; kəme moŋeimi? Dueño: Buenos dias, español. ¿Estás bien?
Forastero: Mai; kəme moŋenkâ. Eimi kəme moŋeimi? Forastero: Sí, estoi bien. ¿Tú estás bien?
D.—Kəme moŋenkâ. Kulai akuimi, akun məl'el'kelafúimi? D.—Bien estoi. ¿Ahora llegaste, habrias hecho (?) tu llegada?
F.—Pichi kulai məten akun, l'oftunieimi, t'ekanaqlepan tami ruka-mo. Chenzuŋu nielaimi təfâ, ŋen rukâ? F.—Hace solo mui poco que llegué, te estoi esperando, vengo a apearme en tu casa. ¿No tienes novedad acá, dueño de casa?
  1. Véase Medina; Aboríjenes, páj. 291. «A nadie que llega a casa de un araucano, es lícito entrar sin licencia del amo, i suele no raras veces que éste salga afuera a recibir al huésped, con cortesía ciertamente ingrata, porque comenzando por la salutacion, pasa de unas en otras a largas arengas, i el pobre huésped ha de aguantar sin mostrar desabrimiento, aunque lo ase el sol o traspase el agua hasta que al dueño de la casa se le ofrezca decirle que se acomode, i ordinariamente se le ofrece tarde.» (Olivares, Historia de Chile, páj. 44. )