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ROMANCERO DEL CID

Si la lanza no me miente,
á moros serás tornada,
y á aquel perro de aquel Cid
prenderélo por la barba:
su mujer doña Jimena
será de mí captivada,
y su hija Urraca Hernández
será la mi enamorada:
después de yo harto d’ella
la entregaré á mis compañas.—
El buen Cid no está tan lejos
que todo no lo escuchara.
—Venid vos acá, mi fija,
mi fija doña Urraca;
dejad las ropas continas,
y vestid ropas de Pascua,
á aquel moro hi-de-perro
detiénemelo en palabras,
mientras yo ensillo á Babieca
y me ciño la mi espada.—
La doncella muy fermosa
se paró á una ventana;
el moro desque la vido
d’esta suerte le fablara:
—¡Alá te guarde, señora,
mi señora doña Urraca!
—¡Así faga á vos, señor,
buena sea vuestra llegada!
Siete años há, rey, siete,
que soy vuestra enamorada.
—Otros tantos há, señora,
que os tengo dentro en mi alma.—
Ellos estando en aquesto,
el buen Cid ya se asomaba.
—Adios, adios, mi señora,
la mi linda enamorada,