rache”, el “Lazarillo de Tormes” son modelos, sin contar los de menor cuantía. Por esto, los dos dramas de Víctor Hugo, cuya acción pasa en España y en que figuran españoles, traducidos al castellano, resultan verdaderas comedias de capa y espada, cortadas por la misma tijera. Nada les falta. Los mismos personajes consabidos: el galán joven, la dama, la doncella confidente, el barba grotesco ó terrible, el traidor y el gracioso tradicional que esparce su nota festiva en las escenas, con su acompañamiento de rondas nocturnas y alguaciles como en el Barbero de Sevilla, sus dobles desafíos y su exageración de sentimientos caballerescos ó de fanfarronería, sin faltarle la puertecilla secreta que complica el enredo de la intriga. Así es que, traducidos á la lengua de los personajes en acción, parecen obras escritas, aunque no pensadas en castellano, que reproducen las formas externas del género original en sus menores accidentes, y hasta con sus defectos.
El primer trabajo en este sentido, fue feliz, y tuvo un merecido éxito. La traducción del Hernani por don Eugenio de Ochoa, que asimiló el drama de Víctor Hugo á la lengua española, adaptándolo por el hecho á su escena, ha quedado como un modelo digno de recordarse. Ruy Blas no ha tenido igual fortuna.
Habíamos oído hablar con algún elogio, de una traducción de Ruy Blas en verso castellano, por el señor Rafael Ginard de la Rosa, cuyo nombre nos era desconocido. Esta noticia bastó para decidirnos á mantener inédita la nuestra, por considerarla por lo mé-