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120 HUMBERTO SALVADOR

Uña imposibilidad de llegar al gozo perfecto, hace al enfer- mo retroceder a los placeres preliminares. Una de estas des- viaciones produce el exhibicionismo.

Ha sido muy extendido en todas las culturas. Lo es ahora, especialmente, en las grandes ciudades.

Bloch, en un bello ensayo, ha demostrado que el vestido tiene origen sexual. En sus formas primeras fué ideado “'para atraer la atención hacia el sexo. Conseguir esta misma fina- lidad ahora, desnudándolo, significa que este desvío es un re- troceso inconsciente a primitivas etapas de la especie.

El exhibicionismo tiene carácter involutivo, arcaico.

En el amor existe el fenómeno de querer y el de dejarse querer. Estas actitudes reflejan dos fenómenos psicológicos: gozar imponiendo y gozar dejándose imponer.

Ivan Bloch dice que ningún extravío sexual tiene tan hon- das raíces biológicas, como las tiene el sadismo y su equiva- lente inverso, el masoquismo.

Los fenómenos sádico y masoquista, en sus manifestacia- nes anormales, generalmente tienen su origen en la infancia. Presenció el niño un acto sexual, al que concedió carácter sadista o masoquista. Una impresión violenta en los primeros años, basta para determinar la perversión.

En su esencia, es masculino el sadismo y femenino el maso- quismo, aunque en la realidad se presenten fenómenos con- trarios. Freud sostiene la ausencia de tipos puros de sádico y masoquista. Generalmente, se combinan ambos desvíos. Aca- so no se trate, en el fondo, sino de una ruptura del equili- brio existente en todo ser humano, entre el elemento activo y el pasivo.

El sadismo tiene una gama: desde el inofensivo galán que gusta fingir enojo, hasta el asesino y violador de cadáveres. En sus formas leves, el sadismo es propio de aquél que se de- ja querer.

Existen sádicos accidentales y constitucionales.

El marqués de Sade fué un artista cuyo temperamento se elevó hasta la tragedia de la sangre. Sus libros, —=<special- mente aquel tan bello “Filosofía del boudoir'”, — tienen va- lor de las entrañas de la especie humana, salpicadas de tortura y amor.

A los grandes estetas sugestionó el sadismo: lo estudiaron maaravillosamente Huysmans, Zolá, Rachilde, Mirbeau, Ri-