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206 HUMBERTO SALVADOR

de indiferencia sexual. La primera manifestación de la vida sexual es indeterminada. Los gustos sexuales de cualquier persona normal, puiden manifestarse en la dirección de su pro- pio szxo. Lurante este per.odo el sujeto nc se siente atraido hacia el uno ni hacia el otro sexo. Experimenta el amor y la amistad, o el uno y la otra, lo mismo por la persona de su propio sexo, que ptr la del sexo opuesto.

Raffalovich afirma que no hay una linea divisoria entre el homosexual y el heterosexual.

“La vida del sexo —dice Aletrino— no es motivo de repro- bación. Só:o la causa o la consecuencia de «sta vida sexual, puede motivar un juicio sobre el pudor individual”. Luego,

“censura el que se castigue a la homoszxualidad como un delito.

Freud clasifica a los homosexuales en tres grupos:

1* Invertidos ab:clutos.—Son los que sólo se interesan por individuos de su propio sexo. Las personas del sexo contrario les son indiferentes o les inspiran repulsión.

2* Invertidos relativos.—>bon aquellos que se interesan in- distintamente por los dos sexos.

3* Invertidos ccasionales.—La inversión es determinada por las circunstancias exteriores, particularmente por la privación del acto sexual normal o por la influencia del medio.

Las tendencias homoscxuales arrancan de la época del Com- plejo de Edipo. También Martín considera que tales tendencias nacen en la infancia. Sus inclinaciones se desenvuelven en la pubertad a causa de una verdadcra crisis. El homosexual ve desarrollarse a su alrededor fenómencs heterosexuales, mien- tras él experimenta una violenta atracción homoerótica. Es- pantado de su situación, si es fuerte permanece en la castidad, como José María Vélez de Gomarra, el personaje de Hernán- dez Catá, o bien se deja conducir por sus instintos, como Do- rian Gray.

El homosexualismo debe ser tratado por medio del psico- análisis. Tal es el postulado freudiano.

Ya Lombroso estudió el problema y clasificó a los homose- xuales en natos, de ocasión y obsesionados sexuales.

Ferri opinó que se debe curar al uranista. El uranista nato tiene taras atávicas, y, sobre tcdo, su propio extravío, cuya ba- se anatómica se quiso encontrar en la desviación de cierto ner- vio que va desde la medula espinal hasta los órganos genitales.

Las doctrinas de Lombroso deben considerarse como pre-