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246 HUMBERTO SALVADOR

¿Estará condenado nuestro pobre país a ser perpetuamente inculto? Con optimismo de juventud, debemos esperar que no. La mujer ecuatoriana no puede obtener fácilmente el divor- cio. Si bien es cierto que existe una ley de disolución del ca- samiento, la mujer no puede recurrir a ella. El matrimonio eclesiástico es indisoluble —salvo casos extraordinarios—, y la mujer siempre quiere casarse eclesiásticamente, porque no es lícito vivir con un hombre sin haberlo hecho. Con el matri- monio civil únicamente, la mujer ha perdido “su honor” y la sociedad la aparta de su lado, Por otra parte, prácticamente ella no puede divorciarse, porque quedaría en la miseria. No hay trabajo para la mujer, no puede ganarse la vida, descono- ce la libertad económica. A ella se le ha educado sólo para el hogar. Cuando no lo tiene está sola y no puede luchar por su existencia. Además, no tenemos instituciones que, científica y humanamente, cuiden de los niños.

¡Qué bellamente cumpliera su deber nuestra generación, si luchara fuerte y abnegadamente por la revolución económica y sexual! En el Ecuador —doloroso es confesarlo— estamos en una época de formidable reacción. En política, en economía, en literatura y arte, las derechas están triunfantes. s

Pero también hay un grupo numeroso de juventud intelec- tual y obrera que comprende el espíritu moderno. De esta se- lección, de las universidades, debe surgir la creación de la nueva sociedad.

Sobre todo de las Universidades. Porque si ellas no cumplen su alta función social, si no preparan el advenimiento de la justicia económica, de la verdad sexual y de la adoración de la ciencia, ¿para qué sirven las Universidades?

Cuando la Universidad está al servicio del pasado, es mejor que desaparezca.

La mujer de los grandes países se encuentra en estado de transición. Se ha operado la revolución educacional y eco- nómica, juntamente con la transformación del matrimonio, la familia y el hogar. La guerra aceleró este proceso evolutivo.

La máquina redimió a la mujer de las tareas domésticas y la lanzó a buscar trabajo fuera del hogar.

Apenas quedan media docena de profesiones en las cuales

la mujer no haya penetrado. En Rusia, ella está en todas, in- cluyendo el ejército.