acepte como una verdad irrefutable el oprobio de las imputaciones que con tanta ferocidad lanza ésta sobre mí.
¡No se viene aquí a contar!
¡Yo no quiero contar, sino explicar!
Sí, sí: a tu modo. ¡Sería muy cómodo!
¡Pero si todo el mal está en eso: en las palabras! En cada uno de nosotros vive un mundo de imágenes diferentes. ¿Cómo es posible que nos entendamos si en mis palabras vibra el sentido y el valor de las cosas que en mí están, en tanto que, quien las escucha, inevitablemente, les da el sentido y el valor que para él tienen, según el mundo de imágenes que vive en él? Creemos entendernos, pero no nos entendemos jamás. ¿Quiere usted una prueba? Pues bien: un acto de piedad, de toda mi piedad hacia esta mujer (indicará a la Madre) ha sido interpretado por ella como la más fiera de las cruelades.
¿No me arrojaste de tu lado?