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CONGRESO NACIONAL DE 1811

embarazo, oiga V. E. a Chile, que, con la franqueza i candor del que solo teme la infamia, va a presenta de las cosas como son en verdad. No conoce aquella política tortuosa que alucina momentáneamente; su anticuado invariable proceder i su causa se degradaria si usase de la mas leve falsedad, efímero e infructuoso recurso de los malos. Resonaban todavia en nuestros oidos los últimos estruendos de las armas que acababan de atacar las costas orientales de este continente, i servian de lenitivo a sus terribles ecos el del nombre de Napoleon Bonaparte que escuchamos como el del primer aliado de la nacion i del último amigo de nuestros buenos reyes, cuando repentinamente sucede el mas inesperado trastorno, se nos ofrece un grupo de desengaños, perfidias i horrores, conjunto de hechos de los que cualquiera bastaria para harernos temblar, i abrazar asombrados todos los medios de seguridad que ocurriesen a una imajinacion consternada. El suceso de Aranjuez, el del 3 de Mayo, las córtes de Bayona, las córtes de Barcelona i demas plazas fuertes, la rejencia de Murat, las órdenes de los ministros para que se sometiesen estos dominios al del tirano; todo esto i mucho mas se agolpa a nuestras almas asustadas, i las agobia. Se siguen las insurrecciones de los pueblos de España, asesinatos de gobernadores, intrigas de jenerales, avisos del enviado español en los Estados Unidos para que nos precavemos de los emisarios de la Francia, órdenes de la junta de Sevilla i central para que velásemos sobre los que nos mandaban. Nos mirábamos por todas partes anegados en peligros e incertidumbres. El estado de la Península era un problema: perturbada la comunicacion, no solo por embarazas reales, si no por el interes de adulterar las noticias, exajerando unos las ventajas, otros las desgracias de la metrópoli ¿debíamos racionalmente esperar que la resolucion fuese una escuadra enemiga que con el desengaño nos trajese las cadenas, o un ejército capitaneado por algun falso amigo que, al pretesto de conservar la dominacion de Fernando, tratase de establecer la suya?. En medio de este melancólico caos, volvió Chile los ojos en derredor de su horizonte i no divisaba sino tinieblas i precipicios, i buscaba ansioso una autoridad en que residiese la facultad de reunir sus esfuerzos. De nada le servia tener recursos con que mantenerse fiel en todo evento sin una atinada direccion que los hiciese útiles. I ¿dónde encontraria este fénix? Sí, señor, no lo descubríamos. Un sujeto que, revestido de aquel carácter que llama la consideracion, juntase en su persona valor, ciencia, opinion, prudencia i la confianza, no le habia. El que por acaso tenia las riendas del gobierno carecia de vigor i de conocimientos; los que por sus grados podian aspirar a sustituirles son precisamente los mismos que hoi tiene V. E. a la vista. Un solo cuarto de hora de trato descubre su ineptitud i hace la apolojía de Chile. Los que vendrian de España... es preciso hablar sin embozo ¿seria justo i seria prudente, convendria someterse ciegamente a personas de quienes no se tenia confianza, ni se debia tener? Las autúridades de donde emanaria la suya estaban contestadas por algunas provincias, con las que íbamos a chocar por solo un acto que indirectamente aprobaba su conducta. Las juntas de Sevilla i central, el primer consejo de rejencia se sucedian con una celeridad que no indicaba tener el voto de la nacion. Estos mismos podian mui bien ser sorprendidos por hombres astutos que obtuviesen despachos, cuya certeza no podíamos comprobar. A mas, podian recaer las gracias en sujetos que hiciesen de ellas los mismos abusos que en España acababan de hacer de sus facultades otros que les eran tan superiores en dignidad, concepto, fortuna i motivos de gratitud a un soberano que vendieron escandalosamente i con menor esperanza que las que éstos podian figurarse al venir a estos destinos, que preferian a la gloria de servir a su patria oprimida i que públicamente se lamenta de la falta de oficiales, i de cuya defensa pende la fortuna de estos paises, que allá debe asegurarse, i no aquí, donde los traeria al parecer el deseo de encontrar un asilo, conjetura obvia que bastaria para hacerlos mirar en poco i perder su autoridad, o, a lo ménos, su parte esencial de ésta, que estriba en el coneceto que los que obedecen forman de la capacidad i virtud de quien los manda, i en la estimacion que hacen de sus personas.

En esta ajitacion se presenta la idea de la junta. Los ánimos, así como los cuerpos, por contacto se comunican sus especies i se propagan los modos de pensar con la misma facilidad que las influencias de la atmósfera. Sabíamos que todas las provincias de España habian adoptado el gobierno de juntas en su mayor angustia; se nos enviaba por la corte modelos de ellas; se proclamaban sus ventajas; unos pueblos de América las erijian; otros las pretendian; el de Chile clamaba por imitarlos, i representaba mayor necesidad. Se instaló, en efecto, formándola el mismo que tenia el mando, i la quiso como precisa, del ilustrísimo obispo, un consejero de Indias, el comandante de artillería, dos coroneles de milicias i un vecino distinguido. De modo que mas que variar el nombre, aquietar el reino, multiplicar los medios de conservar la relijion santa i los dominios de Fernando VII, a quien se juró de nuevo i recibió en esta ocasion las pruebas mas tiernas i sinceras del amor i fidelidad de estos vasallos que crecen, al paso que obtienen de las manos de los depositarios de la real autoridad i en el augusto nombre los beneficios que ántes les habian decretado los soberanos i habian frustrado causas que debian olvidar. Sírvase V.E. de fijar la atencion en esta exacta sucinta descripcion de los acaecimientos de Chile, i observará una con formidad total entre ellos i las noticias que se difundieron en la Península i dieron ocasion a la real órden, circunstancias o condi