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Desde muchos años un cuñado de su marido pretendía que tres fanegas de los bienes de la viuda Fremont correspondian a su consorle por derecho de sucesion, fundado en una elúusula del testamento del abuelo que daba márjen a sutilezas, i que imui injustamente bizo perder a la pubre mujer la mitad de su hacienda. Para decidir la cuestion, se siguió un largo pleito, las costas fueron considerables, i el resto de las tierras de la viuda se vendió para pagar las deudas que se habia visto preci- sada a contraer, con la esperanza de salvar el patrimonio de sus hijas.
Una de las vacas murió, ella vendió las otras, i poco despues la casa, que no hubiera podido hacer reparar, i que cada día bajaha de valor. Una casa en el campo i sin tierras vale mui poco, i así fácilmente entendereis como la buena mujer se vió sumida en la miseria. Sus dos hijas venian con frecuencia a mis esplicaciones del catecismo. La desgracia i virtudes de sus pa- dres interesaban a todos los vecinos; yo les dedicaba cuidados especiales, pues su hermosurai su miseria me hacian temer que mas tarde cayesen en los lazos de los corruptores de la juventud. La mayor, a los trece años, hizo su primera comunion. Era mo- rena, de ojes mui negros i tez brillante. La menor era rubia, i de un jénero de belleza distinto del de su hermana, pero que no llamaba ménos la atencion.
Mas ¡ai! cuánta diferencia habia entre las dos niñas por lo to- cante a disposiciones del alma idel corazon!
En aquella época tan importante de su primera comunion, es- tuve mui satisfecho de la mayor; pero la menor, que tenia un año menos, ¡ala cual crei, sin embargo, deber conceder al mismo tiempo la dicha de aquel gran dia, fué el objeto de una edifica- cion jeneral. Yo habia observado durante mis esplicaciones, que el ruido de que a veces tenia que quejarme, salia del lado en que se colocaba Juanita, la mayor de las dos hermanas, i que Te
resa, la menor, se quedaba siempre léjos de su hermana junto a las niñas mas quietas i devotas.