para nada te cuidas de mis observaciones.
I de nuevo se enconó la discusion, i hubieran llegado a las manos si la presencia de los superiores no lo hubiese impedido. Jefe i subalterno examinaron con atencion los revestimientos i mui luego la mirada vijilante del capataz se fijó en la viga objeto de la disputa.
¿Qué es esto, Juan? dijo.
— Es por culpa de éste, señor, respondió el obrero, señalando al muchacho, hace lo que le da la gana i no obedece mis órdenes.
Los ojos penetrantes del capataz se clavaron en Viento Negro i esclamó de pronto en tono de amenaza:
— ¡Ah eres tú el que cortó ayer la cuerda de señales del departamento de los capataces! Tienes cinco pesos de multa por la fechoria.
— ¡No he sido yo! rujió el interpelado pálido de cólera.
El capataz se encojió de hombros con in-