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muchas obras, que á los cien años proyectaban destellos luminosos entre nosotros.

Las tres piadosas peregrinas llegaron, sucesivamente, á arrodillarse á la puerta, sin umbral todavía de la primera iglesia (Piedad), á la entrada de esta ciudad, que tal sentimiento y no otro, les traía, implorando al santo de su devoción alcanzar por su intermedio, el mejor resultado de lo que se proponían. Es fama que la última tuvo allí presentimiento de su éxito. A la derecha del cancel se lee, en su lápida ennegrecida: «La memoria del justo jamás perecerá», y como el más exacto cumplimiento, á los ciento setenta y seis años del nacimiento de sor María, se remueve su memoria y sus virtudes por elevar á la corte celestial tan beatífica misionera de caridad.

La mitad al menos, de las familias de Santiago, resultan con ella emparentadas, y pues, que no es solo por el barrio de la Concepción donde buenas obras dejó, tradicionamos lo que hasta nosotros ha llegado á su respecto.»

El cosmopolitismo, que como creciente ola avasalladora todo lo invade, y evoluciona en usos y costumbres patriarcales, va esfumando éstas, ya como nubes que se desvanecen. Entre otros recuerdos, surje el de la reunión en la antigua Casa Rectoral, platicando al rededor del Cura sus viejos convecinos, sobre lo que de sus abuelos