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ilustrísimos Aneiros, Boneo, Terreros, Espinosa garabatearon sucesivamente sus «cartillas», como el siguiente «banco de los Generales», codeándose en él los Campos, Bernal, Garmendia, Obligado (Manuel), Balsa, Octavio Romero, é igualmente «banco de los Magistrados», en el cual González Garaño, Langheneim, más tarde Areco, Beláustegui, Martel, aprendieron desde entonces principios de moral y de justicia que pusieron siempre en práctica. En aquella modesta casa de un hogar ejemplar, jamás resonó el eco de pasiones políticas, que dividía la familia argentina, ni penetró como en otras escuelas, el retrato del tirano, que vecinos de la otra cuadra (Chacabuco y Chile, Cuartel de Cuitiño) pasaron en procesión saturnal, para ser reverenciada la imagen del Restaurador sobre el ara santa, donde el Padre Magesté, director del Colegio Federal Republicano, inciensara en el de San Ignacio, Colegio de Jesuitas.

Como guardián avanzado del pensamiento en su primer desarrollo, cuando se ordenaba cerrar la Universidad con más ahinco y contracción multiplicaba su afán, cumpliendo la obra santa de enseñar al que no sabe. Bien quisiéramos recordar sus numerosísimos discípulos desde la generación en que Domínguez, Lanús é Irigoyen descollaban, hasta la que en 1864 recogió los últimos acentos de un alma honrada, ¡cuántos y cuántos