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una parte de la rifa, que por otra cosa, compré ese número del cual ni me acordaba.

— ¿Y sabes lo que este número vale hoy?

— Tan poco me ha preocupado, que ni sé si se jugó ó no, ni quien habrá obtenido la casa; solo me interesé por aumentar á los pobres su parte. Pero como en la vida me ha tocado más suerte que tú, mi buen y leal compañero de tantos años, no abrigué esperanzas de llegar á cambiar nunca por ésta, esa casita.

— Así te quiero ver siempre, mi honrada mujer, resignada al modesto pasar que puede proporcionarte tu marido. Pero la verdad es que te ha tocado la casa, cuyo billete ignoraba hubieras comprado. Ahora te voy á pedir un favor. Como sabes, yo no tengo dos morales, una ante el público y otra dentro de casa. Como hombre y como magistrado, uno mismo es el principio que siempre me guía. Te pido no cobres el premio, y sigamos contentos en la pobreza que sobrellevamos.

Como abogado, fiscal y empleado, he dictaminado en cuantas vistas expedí que, en todas esas rifas y loterías, rara vez carecen de irregularidades y engaños. Creo que una persona honrada nunca debe pedir al azar lo que solo del trabajo es dable esperar. Sería pues, para mí una inconsecuencia, borrando de una plumada mis