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que derraman su sangre por la libertad de esta tierra».

Y no hubo más. Aquel rico señor don Pablo de Beruti, que no era de los godos empedernidos, y probara ojo acertado al penetrar los sentimientos de este negrito en su infancia, acabó por convertirlo en el primer manumiso celebrando la plausible declaración con tan noble acto.


IV


Retrocederemos algunos pasos, siguiendo desde sus primeros al protegido del entusiasta patriota.

Creciendo entre los niños de la familia, si no llegaba á pasar umbral de escuela á que todos los días les conducía, por su ingenio natural que pronto imitaba cuanto veía hacer, atrajo numerosa clientela en la chiquilinada del barrio. No hubo mejor fabricante de pandorgas, estrellas y barriletes, tan livianos que remontaban solos, ni talabartero en riendas y correaje para el carnerito de los niños. Activo y diligente en todo servicio doméstico como en faenas rurales, luego fiel escudero de Antoñito, el Benjamín de la familia, de tal modo se le apegó, que ocultador de las rabonas del escuelero, de sus primeras calaveradas,