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Ricardo Palma

pronto á mi imaginación. Figurábame estar en una gran plaza y rodeado de inmenso pueblo..... Todas las miradas estaban fijas en mí..... Yo era el protagonista de esa fiesta..... En el centro de la plaza se alzaba un cadalso..... y dos hombres subieron á él junto conmigo..... Uno era el verdugo, y el otro era un sacerdote..... Eras tú, Espejo, tú, que me has abierto las puertas á la existencia afanosa del cómico y que me acompañabas hasta el dintel de la tumba!....

Y Rafael Cebada, entregado á la violencia del delirio, cayó sin sentido en los brazos de su amigo.

II Pasados eran los días en que el atrio de la catedral servía de escenario para la representación de Autos sacramentales. Lima poseía el teatro incómodo y nada elegante al que hoy concurre nuestro público, ávido siempre de espectáculos, teatro cuyo ridículo aspecto lo ha conquistado el nombre de gallinero. El teatro actual había sustituído á otro que, desde 1602 hasta 1661, existió en la calle de San Agustín, en la casa conocida aún por la de la Comedia vieja y en cuya fábrica se habían gastado cincuenta y ocho mil pesos. La del actual costó sesenta mil pesos, y su refección, después del terremoto de 1746, importó poco más de cuarenta mil. Fué el ilustre limeño Olavide quien estuvo encargado de dirigir la reedificación del teatro, notable por sus buenas condiciones acústicas más que por la pobreza de su arquitectura (1).

Con el nuevo proscenio, los habitantes de Lima no sólo habían ganado en localidad, sino en el mérito de los artistas y en la variedad de las funciones. Era indispensable que, tras de Orestes ó el Diablo predicador, una pareja de baile luciese el encanto sensual de la danza española. Venía luego el Alcalde torero ó algún sainete de Ramón de la Cruz, y sólo se retiraba el espectador después de aplaudir la tonadilla, especie de zarzuela en andadores. Y las empresas de teatro que por seis roales ofrecían al concurrente declamación, baile y canto, no se atrevieron á solicitar jamás una alza de precios. ¡Lo que va de tiempo & tiempo!

En el telón del teatro de Lima veíase pintado el Parnaso, y hasta 1824 se leía en él la siguiente octava, original del conde de las Torres, literato (1) Pocas horas después de terminada una representación de la zarzuela La Marsellesa en la madrugada del 16 de marzo de 1883, quedó el teatro reducido á escombros por consecuencia de un voraz incendio.