Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/188

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
182
Tradiciones peruanas

donde se hallaba congregado todo el pueblo, en actitud de profunda veneración. En el centro de la sala alzábase un altar, y sobre él un ídolo representando una cabra. El cuerpo del animal era de plata, los cuernos, los pies y los pezones eran de oro, y los ojos lo formaban dos piedras negras como el ónice. Un indio, vestido con una túnica recamada de oro y plata, hacía las funciones de gran sacerdote, recitaba frases en tono de salmodia, y los adeptos, hombres y mujeres, por orden de antigüedad se acercaban al ídolo, ponían la boca en un pezón, y el gran sacerdote pronunciaba la palabra quichua Mama!

Repuesto el pobre negro de la impresión terrorífica que le produjo el espectáculo de tan extravagante culto, pensó sólo en escapar del antro donde el azar lo había conducido; pero el miedo lo hizo olvidar toda cautela, y su precipitación para huir dió lugar á que los indios descubriesen que un profano había participado del religioso misterio. Dando grandes alaridos corrieron tras el sacristán; pero éste, que había dejado su caballo á la puerta, saltó sobre él con presteza y, á todo correr, dió en breve alcance al cura en el camino de Pariache, Llegados á Lima, el párroco comunicó lo sucedido al virrey marqués de Salinas. Al dia siguiente, y con acuerdo de la audiencia y del gobierno eclesiástico, salía el cura para su doctrina con una compañía de lanzas y arcabuces.

El cura iba autorizado para decir una misa de excomunión; pero se llevó el chasco de no encontrar un solo feligrés que la oyese. La villa estalba desierta, pues los indios habían huído llevándose las alhajas de los templos de San Pedro y San Pablo. Sabido es que los conquistadores tuvieron á gala emplear sus riquezas en los candelabros, píxides y paramentos de las iglesias.

San Pedro—Mama, como se llama desde entonces á esa villa, tenía un hospital de convalecientes al pie del cerro de la hacienda de Santa Ana, Las ruinas de este edificio están visibles para todo el que viaje por el ferrocarril de la Oroya.

Desde la desaparición de sus primitivos moradores comenzó la decadencia de la villa, y los terrenos de comunidad y de los naturales han venido á formar las haciendas de La Chosica, Yanacoto, Moyopampa, Chacrasana, Santa Ana, Guachinga, Cupiche y Guayaringa.

Los adoradores de la cabra se trasladaron á la montaña de Chanchamayo, y sus descendientes formaron uno de los mejores y más feroces cuerpos del ejército indígena que en 1770 siguió la infausta bandera del inca Gabriel Tupac Amaru. Este los había ofrecido la reconquista de San Pedro—Mama, cuna de sus abuelos y que representaba para ellos la suspirada Jerusalén de los judíos.