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Tradiciones peruanas

Mayor, y luego se les dejaba retozar libremente por una hora y que levantasen polvareda suficiente para asfixiar á una dama melindrosa. Dispúsose, pues, que en adelante fuesen los animales al río.

El de Villafuerte llamó á su caballerizo y le dijo:

—Mira, Andrés, mañana al mediodía llevas los caballos á bañar en la Barranca ó Monserrate; pero en seguida te vas con ellos á palacio y los echas á retozar en el patio. Cuidado con no hacer las cosas como te mando, que la panadería del Tiñoso no está lejos para castigar esclavos desobedientes.

Hízolo así el negro, y al laberinto que se formó en palacio contestaba:

—Yo no tengo la culpa, mi amo..... Yo soy mandado..... El señor marqués de Villafuerte responde de todo.

Impúsose el virrey de lo que motivaba la bulla, y bajó furioso al patio, decidido á hacer desollar vivo al insolente negro, á tiempo que D. Juan de Urdánegui llegaba también al sitio del escándalo.

—¿Qué desacato es ese, señor marqués? ¿Con qué derecho convierte usted en caballeriza el patio de palacio?

—¿Con qué derecho, excelentísimo señor? Con el derecho que me dan estos papeles. Pase vuecencia la vista por ellos y verá que este patio es tan mío como el cielo es de los bienaventurados. No estoy en casa ajena, sino en la propia.

El virrey tomó el legajo que le presentaba Urdánegui, leyó las últimas páginas, y convencido de que el terreno que pisaba era propiedad del de Villafuerte, desarrugó el ceño, y tendiendo á éste la mano le dijo:

—Muchos distingos admiten estos papeles, y en su derecho, Sr. D. Juan, hay tela para un litigio. Lo único que hay de claro, marqués, es que Dios Io envió al mundo para cortarme siempre el revesino.