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El himno embriagador de los millones;
La triunfal pompa de las regias salas;
El jardín con sus árboles, sus fuentes;
Las mujeres corriendo con sus galas
De belleza y de luz resplandecientes;
La música vibrando sus clarines
De la gloria en el bronce resonante,
Todo te pertenece: goce, arrullo,
Hermosura, poder, cetro y orgullo;
Ven y sigue, partamos al instante.
Y respondí: — Mal huele tu caballo.

La Muerte dijo: — Es el Deber mi nombre,
Y voy hacia el sepulcro; entre el desmayo,
La angustia y el prodigio llevo al hombre.
— Detrás de tí, — ¿hay un sitio? le pregunto.

Y vueltos á la sombra en que aparece
Dios, emprendemos el camino al punto,
Mientras la vasta selva se ennegrece.