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Sentí del horizonte en los confines;
Del Norte al Sud, del Este al Occidente
Ebrios de sangre y respirando enojos,
Los pueblos con los puéblos combatían.
Nudosas masas, con feroz empuje,
Aplastaban la frente á los guerreros;
Las mujeres, los niños, los ancianos,
Sangrando entre el montón de la pelea;
Todo, todo, probaba que el diluvio,
Al mundo renaciente transformara!
Doquiera los cadáveres tendidos,
Presa vil de los buitres, de las águilas,
Y de los cuervos, bajo el sol radiante,
Perfumes exhalaban ofreciendo
Como grande holocausto á nuevos Dioses!
— No te burles, aborto del Infierno!
Dijo el monje. Tan sólo has contemplado
Bajo el prisma del mal, el universo,
Y del diablo, á través de las pupilas,
La pobre humanidad tan sólo viste :
Oh! mónstruo inexorable! No te burles!
— Ay! señor, perdonad, mas pienso ahora,
Que siempre el hombre tuvo sed de sangre,
Cual su carne ambiciono, viva ó muerta.
En idénticos rumbos nos empujan