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Clamor de tu rugido.
La sombra densa del cercano oásis
Muestra la luna desde un cielo lívido:
Y allí, los hombres del Darfour cansados
De sus bueyes la marcha han detenido,
Cerca de la cisterna en cuyas aguas
Brilla un rayo de luna blanquecino;
Hablan los unos del retorno, comen
La frugal cena de maíz y mijo,
Y se duermen después; los mansos bueyes
En las toscas arenas extendidos,
Lentamente rumiando se adormecen.
La vacilante hoguera se ha extinguido.
¡Á tí, león, la carne de los bueyes,
Y la carne de todos los dormidos!
Se ensancha tu nariz, bate tu vientre,
Tu larga crin eriza el hambre mismo,
Y te hundes en la sombra
Rápido y ágil, con nerviosos brincos.