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Electra

los dos carros estaban lanzados sobre una misma línea, y la cabeza de los caballos sobresalía tan pronto de una como de otra cuadriga. El imprudente Orestes había llevado á cabo todas las demás carreras sano y salvo, manteniéndose derecho sobre su carro; pero, entonces, soltando las riendas al caballo de la izquierda, tropezó con el extremo de la meta, y, habiéndose roto el cubo de la rueda, cayó rodando de su carro, enredado entre las riendas, y los caballos, espantados de verle tendido en tierra, se lanzaron á través del estadio. Cuando la multitud le vió caído del carro, se lamentó por aquel hombre joven que, habiendo realizado hermosas acciones, y por un cruel destino, se veía arrastrado tan pronto por el suelo, tan pronto levantando las piernas en el aire, hasta que los conductores de carro, deteniendo trabajosamente los caballos que corrían, le levantaron todo ensangrentado y tal que ninguno de sus amigos hubiera reconocido aquel miserable cuerpo. Y le quemaron al punto sobre una hoguera; y unos hombres focidios, escogidos para ello, trajeron aquí, en una pequeña urna de bronce, las cenizas de aquel gran cuerpo, para que sea sepultado en su patria. He aquí las palabras que tenía que decirte; son tristes, pero el espectáculo que vimos es la cosa más cruel de todas las que hayamos jamás contemplado.

¡Ay de mí! ¡Ay! ¡Toda la raza de nuestros antiguos dueños está, pues, aniquilada radicalmente!

¡Oh Zeus! ¿qué diré de estas cosas? ¿Las llamaré favorables, ó terribles, pero útiles sin embargo? Es triste para mí no salvar mi vida sino por mis propias desventuras.

¿Por qué, ¡oh mujer! después de saber esto, te ves de ese modo atormentada?

La maternidad tiene un gran poderío. En efecto, una