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Sófocles

Tengo una planta con ayuda de la cual acostumbro á calmar mi mal y disminuir su dolor.

Llévala, pues. ¿Hay otra cosa que quieras coger?

Voy á ver si he olvidado alguna flecha de éstas, por miedo de dejarla coger por alguien.

¿No es éste ese famoso arco que posees?

El mismo que llevo en las manos. No tengo otro.

¿Puedo contemplarlo de cerca, tocarlo y besarlo como si fuese un dios?

¡Oh hijo mío! Sí puedes, esto y todo lo que quieras de lo que poseo.

Lo deseo en verdad, pero en tanto que mi deseo sea legítimo; si no, rehúsamelo.

Hablas con piedad, y te está permitido esto, ¡oh hijo! á ti que eres el único que me ha concedido ver el esplendor de Helios, y la tierra etaense, y á mi anciano padre, y á mis amigos, y me has sacado de mi postración bajo los pies de mis enemigos para elevarme por encima de ellos. Tranqui-